sábado, 8 de mayo de 2010

TRES MUJERES DE FE

El segundo domingo de mayo, en algunos países se celebra el día de la madre.

Como un reconocimiento a ellas y a la mujer en general, vamos considerar una reflexión sobre el tema TRES MUJERESDE FE, tal como son relatadas en la Palabra.

Pueden encontrar los relatos de las experiencias de estas tres mujeres en la Biblia, estos son los textos donde aparecen:

  • 1ro de Reyes 17: 8-24. LA VIUDA DE SAREPTA
  • 2do Reyes 4: 1-7. EL ACEITE DE LA VIUDA
  • 2do Reyes 4: 8 – 17. LA MUJER SUNAMITA

De la lectura de los mismos, podemos concluir que poseen elementos comunes:

  • Tres mujeres en situación de crisis
  • Presencia de un profeta, siervo de Dios
  • Respuesta milagrosa
  • La gracia de Dios, manifiesta en diversas formas

Dos de las mujeres son viudas, la otra “importante”, según el autor del relato.
Observemos desde tres ángulos la manifestación del amor, la gracia y la provisión de Dios.

PRIMERO: Cuando Llegamos al Límite.

  • ¿Se ha sentido solo, sin alguien que le ayude en ese momento de crisis?
  • ¿Alguna vez ha estado usted en una situación en la que cree que no hay salida?
  • ¿Ha llegado al momento en que ve impotente como se le agotan los recursos?
  • Cocinar la última porción de alimento, sabiendo que no dispone de medios para adquirir otro.
  • O, acostarse sin saber que comerán sus hijos el día siguiente.

Usted no es el único.

Usted sabe entonces como se sentiría la viuda de sarepta.
El profeta, enviado a ella por Dios, le pide comida, la respuesta es significativa:

Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano.
Ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo…
…para que lo comamos, y nos dejemos morir.

Desesperación, impotencia, angustia. Estas tres emociones están acabando con la vida de muchos en este mundo, hoy día; y mantienen paralizados a otros.
Impotencia, desgano de vivir, desmotivación, falta de apetito, ganas de quedarse en la cama, sin ánimo para nada.

Sin embargo, en esta alma atribulada había un rayito de esperanza, aun cuando no era consciente de ello. “Vive Jehová tu Dios…” le dijo al profeta.

No era judía, del pueblo de Dios, era gentil, vivía en Sarepta de Sidón, una ciudad fenicia, cercana a Tiro; más Dios previamente se le había revelado, para darle instrucciones de alimentar al profeta. El asunto es que ella no sabia como.

El escritor narra:

Vino luego a él (al profeta Elías) palabra de Jehová, diciendo:
Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente.

Ella sabía que Dios le había hablado. Esa experiencia transformó su vida.

Veamos la provisión de Dios:

Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo.
Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.

Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días.
Observa como la viuda obedeció la instrucción del profeta. Preparó comida para ella y su hijo; más primero la del profeta. Seguidamente mira el milagro de la provisión de pan, hasta que lloviese. Recuerden la expresión: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”.

Así pues, cada día, de la tinaja de harina, y de la vasija de aceite; extraía el sustento divino. El maná diario.

Esta experiencia sucede hoy en la vida de muchos hijos de Dios que carecen del sustento para cada día; y aun entre quienes no conocen a Dios.

Es un asunto de fe.

Se acuerdan la expresión: ¿Cuando hemos visto caer desde el cielo un paquete de harina de maíz precocida? Muchos, en esta ciudad, y en el mundo en general han visto llegar a sus casas una “Cesta de amor” contentiva del maná para ese día, provisto por una persona o institución, que son instrumentos de Dios.

Les invito que compartan: un paquete de harina precocida, un litro de aceite uno de arroz, o un kilo de leche en polvo. O algún alimento no perecedero; para que Dios alimente al menos por un día a una familia.

Veamos el otro ángulo:

SEGUNDO: Cuando se Agotan los Recursos.

  • ¿Ha llegado al punto de que va al cajero y la maquina le dice que no puede procesar la operación, porque su cuenta no dispone de fondos?
  • O, solicita un crédito y le es negado porque sus cuentas presentas saldos muy bajos.
  • Llegar a la quincena, y no cobrar, porque esta desempleado.

Tampoco usted es único en esta materia.

La viuda de un hijo de profeta, vivió semejante experiencia.

Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos.

Como apreciamos, en este caso el problema es financiero. Su esposo ha muerto y como herencia le dejó la casa hipotecada. Vino el acreedor, y como ella no tenia como pagar; en lugar de quitarle la casa, lo cual estaba prohibido legalmente, como hoy igualmente lo esta; entonces, para cobrar la deuda, se iba a llevar a sus dos hijos.

Un doble problema:

  1. Perder dos hijos de sus entrañas, las madres saben lo que ello significa,
  2. Y, perder mano de obra. Los hijos eran trabajadores en las tareas domesticas, agrícolas, o pecuarias.

Temor, enojo, impotencia, ansiedad, afán; son las emociones de esta atribulada mujer. En su desesperación acude a Dios, a través del profeta.

Observen la relación:Tu siervo, mi marido muerto, era temeroso de Jehová; por eso acudo a ti, que también soy temerosa de Jehová.

Como en el caso de la Viuda de Sarepta, la solución es milagrosa. El aceite copa la escena.

El aceite en la Biblia se relaciona con el Espíritu Santo; y es utilizado para ungir a los siervos de Dios; como ungüento, o como antiséptico. El Salmo 23: “Unges mi cabeza con aceite…”

El profeta le indica una operación aparentemente absurda. Buscar muchas vasijas, la mayor cantidad que pudiera encontrar. Luego encerrarse en casa y llenar las vasijas con el poco aceite que tenía guardado.

El le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas.
Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte.
Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite.
Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite.

La mujer, como la anterior, obedeció. El resultado no se hizo esperar, obtuvo la cantidad de aceite necesario para pagar la hipoteca, y sostenerles el resto de sus vidas.

¿Esta usted atrapado en una situación en la que aparentemente no hay salida?

Este es el momento de buscar a Dios.

Finalmente veamos el último ángulo de la provisión de Dios.

TERCERO: Una mujer “importante”, que lo tenía todo, menos lo que deseaba.

Leamos el relato:

Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer.
Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios.
Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros, se quede en él.

En este caso el escenario es distinto. Se trata de una mujer acomodada. El escritor la describe como una mujer “importante”. Por el contexto nos damos cuenta de que no tenía necesidades, como las anteriores. Tenía marido, casa, alimento, y posibilidades hasta para construirle un apartamento al profeta; seguramente criados, y bienes materiales en general.

Nada necesitaba. Al punto de que el profeta le pregunta si quiere que haga algo por ella; más su respuesta da a entender que lo tenía todo.

Más no era completamente feliz. Su problema es que no tenía hijos.

Y aconteció que un día vino él por allí, y se quedó en aquel aposento, y allí durmió. Entonces dijo a Giezi su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando la llamó, vino ella delante de él.
Dijo él entonces a Giezi: Dile: He aquí tú has estado solícita por nosotros con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey, o al general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo.
Y él dijo: ¿Qué, pues, haremos por ella? Y Giezi respondió: He aquí que ella no tiene hijo, y su marido es viejo.

Hay personas que lo tienen todo, mas esas posesiones no conceden la felicidad. Dan confort, comodidad, pero no la felicidad.

Es el caso de la sunamita. Lo tenia todo, tanto que no era necesario pedirla a nadie, ni siquiera al Rey. Más carecía de algo.

El profeta habla con su criado, y este le revela una necesidad: No tiene hijos. Y añade un probable diagnóstico, su esposo es viejo.

El profeta, como un gesto de cortesía, inspirado posiblemente por Dios, llama a la mujer para darle una buena noticia: La promesa de un hijo.

Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y ella se paró a la puerta.
Y él le dijo: El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva.
Mas la mujer concibió, y dio a luz un hijo el año siguiente, en el tiempo que Eliseo le había dicho.

La mujer, conocedora de su situación, no cree la promesa. Más la promesa se cumplió, porque dependía no de la expectativa de la mujer, sino de la gracia de Dios.

Observen este caso es diferente. La mujer no pide nada para si; es el profeta, quien en un gesto de gracia, amor y solidaridad promete el hijo.

Aquí se cumple la expresión: “El que siembra abundantemente, abundantemente cosechará”
La mujer, como un gesto de respeto, devoción, de fe hacia Dios; atiende al profeta. Es decir, ella sirvió a Dios por intermedio del profeta.

Recuerdan la expresión: “Por cuanto lo hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños, a mi lo hicisteis…”

Finalmente:

  • ¿Tal vez sientes que has llegado al límite y no ves salida inmediata?
  • O, ¿Que cree que se te agotaron los recursos y no puedes resolver tu vida?
  • O, ¿Tal vez que tienes todo lo que has buscado en la vida, más aun falta algo para completar tu felicidad?

Te invito a que como estas tres mujeres, busque respuesta en quien solo puede darla.
En Dios, nuestro Padre Celestial…

“Alzaré mis ojos a los montes, de donde vendrá mi socorro…
Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la Tierra…” Salmo 121