viernes, 22 de enero de 2010

LA VERDADERA MISION DE LA IGLESIA

Cuando uno piensa en la misión de la Iglesia, evoca las palabras de Cristo contenidas en Mateo 28, versos 19 y 20: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que yo os he mandado..."

A lo largo de los últimos siglos, la Iglesia ha procurado dar cumplimiento a esta demanda de Jesucristo, por lo cual ha enviado “misioneros” a todo el mundo y de ese modo hacer realidad lo expresado por el Maestro.

Ahora bien, esa misión por lo general se cumple externamente, fuera de la Iglesia, de la congregación; lo que dió lugar a los grandes movimientos misioneros del siglo pasado, con el envío de hombres y mujeres a “todas las naciones”.

Esta forma de pensar convirtió a la Iglesia en una gran Agencia Misionera, lo cual es bíblico, más da énfasis a una estrategia por sobre las demás.

Es decir, para el cristiano del siglo pasado, lo más importante para la Iglesia era el llamado, la formación, envío y sostén de misioneros. Los misioneros eran una especie de héroes contemporáneos.

Luego surgió otro movimiento, inspirado en el mismo texto de Mateo 28. El discipulado.

El objetivo del discipulado es hacer discípulos, evidente. Más la falla de este movimiento es que encausa sus acciones a la tarea de “formar” discípulos en la tarea de “formar” más discípulos. Se que esto suena enredado, el asunto es que los discipuladores son entrenados mediante un manual discipular, y comprometidos a buscar un equis número de creyentes para discipulares con ese manual; y estos a otros, y así sucesivamente.

Para no herir susceptibilidades, no mencionaremos a ningún manual de entrenamiento. Supongamos un movimiento discipular denominado “Uperete”, este es un nombre ficticio, ojalá no exista un movimiento con esta denominación.

Pues bien, el movimiento “Uperete” edita un manual para entrenar discípulos uperetes. Lo que ocurre en la práctica es que los discipuladores son expertos en el manual, en “formar” personas que sepan entrenar con el manual. Finalmente llegan a ser discípulos de un “manual” y no de Jesucristo.

Ahora, la verdad es que si se quiere ser “enviado”, misionero, de Jesucristo, o “discípulo” del mismo, hay que ir la fuente. Al nuevo Testamento.

Para comprender la verdadera misión de la Iglesia, hay que retrotraernos a los días del ministerio terrenal de Jesucristo, verle actuar, escuchar sus palabras, observar sus gestos.

Lamentablemente, cada vez que pensamos en Jesús, lo imaginamos como un hombre que vivió hace dos mil años, en una época totalmente distinta a la nuestra. Un hombre en una época completamente atrasada respecto de la nuestra.

Para comprender bien a Jesús, nosotros tenemos que situarnos en su época.
Veremos entonces a un hombre con un mensaje avanzado respecto a sus contemporáneos. Reinterpretando la Ley, redefiniendo las tradiciones, renovando las prácticas religiosas, para darle a todo un verdadero contenido espiritual.

Si revisamos el Nuevo testamento, nos apropiamos de las enseñanzas de Jesús, y las ponemos por obra. Va a ocurrir lo mismo que en tiempos de Jesús: reinterpretaríamos la Palabra, redefiniríamos nuestras tradiciones, renovaríamos nuestras prácticas religiosas; y todo tendría sentido desde la perspectiva espiritual.

El asunto es que se corre riesgo, el mismo de Jesús. A la gente no le gustan los cambios, por que les saca de su zona de seguridad. Prefieren seguir la rutina, lo convencional, mantener el estatus.

Con esto en mente, vamos a revisar la Misión de la Iglesia según el modelo de Jesús.

EL MODELO DE JESUS

Al revisar las palabras de Jesús y los escritos de los apóstoles, uno observa que la misión de la Iglesia trasciende lo que hasta este momento ha sido el énfasis central de los cristianos. Sin quitarle méritos a los movimientos misioneros, o discipulares.

Lucas, en su introducción al libro de Hechos, expresa algunas ideas muy interesantes, que dejan ver algo pasado por alto la mayoría de las veces.

“En el primer tratado, oh Teófilo, hable acerca de todas de las cosas que Jesús comenzó a hacer y enseñar…”

Estas palabras permiten afirmar que en la mente de Jesús estaba la idea de que los discípulos, y la Iglesia como su Cuerpo, continuarían “las cosas que comenzó a hacer y enseñar”.

Vamos a considerar algunas de las enseñanzas de Jesús contenidas en el Nuevo Testamento.

LA MISION DE JESUS INTERPRETADA POR SI MISMO

El evangelio de Lucas refiere, en el capítulo cuatro, las palabras de Jesús en la Sinagoga de Nazaret. Ellas son muy significativas y esclarecedoras respecto de la misión que vino a cumplir, como enviado.

Leamos Lucas 4:16-21

16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.
17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
18 El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos;
19 A predicar el año agradable del Señor.
20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.
Como declara Lucas, Jesús leyó lo que Isaías había escrito sobre su propia misión.

Al leer estas palabras, y el resto de los registros dejados por los demás escritores del Nuevo Testamento, uno observa cual debe ser el énfasis principal de la Iglesia a lo largo de su existencia. Si tomamos como valido el hecho de que la Iglesia va a continuar la misión de Jesús.

Observemos lo expresado por Jesús:

1. El Espíritu Santo le ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres,
2. Ha sido enviado, por el mismo Espíritu, a sanar a los quebrantados de corazón,
3. A pregonar libertad a los cautivos,
4. Dar vista a los ciegos,
5. A poner en libertad a los oprimidos,
6. Y, a predicar el año agradable del Señor.
Comparé lo que Jesús realizó durante su ministerio terrenal, con lo que la Iglesia esta cumpliendo en la actualidad.

Nuestro Señor y maestro vino a dar esperanza a un hombre en crisis, en conflicto, atravesando grandes dificultades.

Por sobre todo, a traer libertad.

Los pobres, menesterosos, enfermos, despreciados por la sociedad, marginados, oprimidos, cautivos fueron los beneficiarios del ministerio de Cristo. Por ello su gran enseñanza: “Los que están sanos no tienen necesidad de médicos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento…” Lucas 5:31 y 32.
LA MISION DE JESUS VISTA POR UN EVANGELISTA
Vamos a considerar la misión de Jesús, desde la perspectiva de Mateo.
Leamos Mateo 4:23: "Y recorría Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo..."
Visto en conjunto los cuatro evangleios, estas acciones de Jesús se detallan espléndidamente. Predicar, enseñar, y sanar.
Haga un inventario de las principales acciones de Jesús y observará que en primer lugar se dedicó a "sanar a los quebrantados de corazòn", en segundo lugar a enseñar, y en tercer lugar a predicar el evangelio del reino. En verdad Jesús predicó muy pocos sermones.
La Iglesia actual ha invertido las prioridades de Jesús. Hace mucho énfasis en la predicación, seguidamente la enseñanza, hoy día cada vez más menguada; y por último atender a los pobres, a los enfermos y a los necesitados en general.
Por ello nuestra insistencia en retornar a la Palabra, solo ella podrá iluminarnos, para cumplir, lo que Jesús demanda, no lo que nos gustaría a nosotros cumplir.
He aqui algo para cumplir.
Eso fué lo prupesto por Jesús en Mateo 28:20: "...guardar las cosas..." por él ordenadas.

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